Siglo XVIII: Cugnot y el nacimiento del primer carro de vapor

En 1769, el ingeniero francés Nicolás-José Cugnot construyó el Carro de Cugnot , conocido por El Fardier, considerado el primer automóvil de la historia. Impulsado por vapor, fue el punto de partida hacia la movilidad moderna.

Biografía de Nicolas-Joseph Cugnot

En Les Memoires secrets del siglo XVIII, se citan ciertos experimentos realizados por un tal Nicolás-Joseph Cugnot.

Cugnot vino al mundo el 26 de febrero de 1.725, en el pueblo de Void, cerca de Nancy (Francia), hijo de una familia modesta.

Cugnot mostró desde pequeño una mente clara para el estudio de las matemáticas y el dibujo, lo que hizo que obtuviera una beca para estudiar en Nancy, recomendado por el Duque Francisco III de Lorena.

Cuando Cugnot contaba con 25 años, se encontraba a más de 800 km. de Nancy, en Viena, en la misma corte del emperador austríaco, desarrollando uno de sus primeros ingenios, un fusil de funcionamiento muy superior a los utilizados en su tiempo, que el príncipe austríaco Carlos VI se apresuró a fabricar para dotar con él a su ejército.

En 1763 Cugnot se encuentra en Bruselas trabajando en unos planos para la construcción de una carreta sin caballos, destinada al arma de artillería. Conocedor de todos los estudios llevados a cabo en su época sobre la máquina de vapor, Cugnot trata de acoplar este conjunto a un carro que podría transportar cañones pesados, y dar por tanto gran movilidad y efectividad a esta peligrosa arma.

A mediados del siglo XVIII no había otro hombre en Europa que tuviera más vastos conocimientos sobre artillería que Juan Bautista Gribeauval. Y mientras Cugnot se encontraba en Bruselas trabajando sobre su carro sin caballos, Gribeauval era nombrado inspector de artillería. Es posible que por esas fechas Cugnot presentara por primera vez a Gribeauval los planos de su carreta y, lejos de parecerle un absurdo, el inspector de artillería sin duda animó al inventor a que tratara de perfeccionar su máquina y de llevar hacia adelante las investigaciones sobre la misma, así como su puesta en práctica.

Nace el primer automóvil de la historia

Fue de una forma muy curiosa como nació el primer automóvil del mundo.

En la primavera de 1.769, Gribeauval recibió una nota del Duque de Choiseul para que pasara a visitarle. En aquellas fechas el Duque ostentaba el cargo de Ministro de la Guerra del rey Luis XV.

En su entrevista el Duque expuso brevemente al ilustre artillero el objeto de su llamada. El caso era el siguiente: un oficial suizo al servicio de Francia, M. de Planta, inventor como Cugnot, había entregado al Duque de Choiseul, unos planos de un carro sin caballos, valiéndose de algunas recomendaciones sin duda, de los planos de varios inventos relacionados con el Arma de Artillería. En estos planos figuraba en lugar importante la aplicación del motor de vapor para mover un carromato.

Gribeauval se dio cuenta de que se trataba de un invento semejante al que su amigo Cugnot estaba desarrollando desde hacía más de seis años, y así se lo expuso al Duque, por lo que determinaron cotejar los planos de ambos inventores para ver cuál de los dos había resuelto con mayor ingenio los problemas principales que una invención de esta clase podía presentar.

Como solución más viable y al mismo tiempo para que Choiseul quedara en posición desahogada frente al alto personaje que le recomendó a Planta, decidieron una entrevista entre los dos inventores en la que se hallarían presentes el Ministro y el inspector artillero y donde se discutiría la bondad de cada uno de los inventos, para pasar más tarde a la elección de uno de ellos y efectuar las pruebas pertinentes con el prototipo. Esta reunión tuvo lugar pocos días más tarde.

Cugnot, hombre modesto pero seguro de sus conocimientos, dotado de la enorme experiencia que sobre máquinas de vapor había obtenido durante varios años de estudios y conocedor a fondo de los problemas de la artillería pudo enfrentarse tranquilamente ante el oficial M. de Planta, mucho menos preparado que él, con unos planos donde no había resuelto todos los problemas elementales que semejante invento traía consigo y con una experiencia muy por debajo de la de su colega. Así se vio obligado a reconocer que el invento de Cugnot, si bien partía de una idea semejante a la de la suya, era, sin embargo, mucho más perfecto por lo que Planta hubo de renunciar a sus pretensiones.

Primeras pruebas del chariot a feu de Cugnot

Solventado este obstáculo, el Duque de Choiseul anunció a Cugnot el interés de la Corona por llevar adelante el experimento, y le emplazó a efectuar una prueba de su carro sin caballos, corriendo todos los gastos a cargo del rey. Y esta primera prueba, celebrada en octubre de 1769, es la que relata la donosa pluma de quien escribiera Las Memoires secrets de Bachaumont.

En la mañana del 23 de octubre de 1769, Cugnot con su “chariot a feu” (léase su carro de fuego) que por su nombre no parecía otra cosa, salía de su hangar, renqueante y pestilente, zarandeando toda su pesada carga delantera y dando fe, con su presencia, de que había de ser superlativamente útil al Arma de Artillería si no arrastrando pesados cañones, por lo menos sirviendo de cobijo, bajo el hierro de su caldera, a los aguerridos artilleros que hubieran de resguardarse del fuego enemigo.

Optimistas fueron el Marqués de Gribeauval y Cugnot cuando, en los terrenos del Arsenal, en el bulevar de Enrique IV de París, señalaron de antemano la distancia que, por el momento, debía recorrer el chariot a feu. Debía recorrer una distancia que sumaba entre ida y vuelta un total de ocho kilómetros.

Allí todo lo que pasó está muy claro; el chariot a feu, cuando llevaba recorridos unos quinientos metros, empezó a hacer honor a su nombre y a lanzar más chispas y humo que los cohetes. El conductor del carromato, que las crónicas no especifican si fue el propio Cugnot, quiso apurar al máximo las posibilidades de su montura y así, metro a metro, soltando vapor y llamas, ante la angustia de los allí presentes, el carro sin caballos llegó a cubrir una distancia aproximada de unos mil metros, al cabo de los cuales se paró. Y este fue el primer kilómetro recorrido por un automóvil.

Se decidió hacer un segundo ensayo, unos días más adelante, después de haber perfeccionado la máquina en los puntos vitales donde había fallado.

El 1 de diciembre de 1769, se encontraban el Ministro, el Duque de Choiseul, y otras altas personalidades de la Corte, deseosos de presenciar la prueba, un segundo desastre del carromato, daría al traste con los esfuerzos y estudios de Cugnot. Así pues, en la fecha señalada, se dieron cita en el Arsenal.

Esta vez las cosas fueron bastante mejor y su carro resplandeciente salió de su hangar renqueando y comenzó una paciente carrera a la misma velocidad a la que un caballo acostumbraba a ir al tirar de un carro. Al cabo de una hora de tranquila marcha había recorrido ya cerca de 3,9 kilómetros.

El fardier à vapeur de 1769 de Nicolas-Joseph Cugnot actualmente en el Musée des Arts et Métiers (Paris)

Una vez puesto a punto un nuevo motor de dos cilindros y dos émbolos  notablemente mejorado, el carromato se puso en marcha casi un año más tarde que el anterior ensayo, a mediados de noviembre de 1770, en su habitual circuito del Arsenal. Esta vez Cugnot no dudó en cargar su máquina con un equipo completo de artillería, compuesto por un cañón, sus accesorios y sirvientes, en total muy cerca a las cinco toneladas. Con todo ello el carromato recorrió cerca de cinco kilómetros.

A partir de este evento comenzó toda una carrera por desarrollar un automóvil, que bien con combustión externa o interna, pudiera moverse por si solo.

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